Por Eduardo Navarro, gerente general de Empresas Copec
A pocos días de terminar el año, y como es habitual, es tiempo de balances. De realizar un análisis de un periodo complejo, porque, qué duda cabe, vivimos tiempos desafiantes como sociedad.
Una reflexión obligada es el silencio en las calles de Santiago la noche del domingo 17 de diciembre. Los chilenos se pronunciaron nuevamente en forma negativa respecto de un texto constitucional. Como en todos los procesos electorales, abundan las explicaciones, las interpretaciones por grupos etarios, géneros y socioeconómicos.
Sin embargo, la principal sensación que quedó es que nadie celebró. Probablemente, no hay razones para festejar si no hay avances en los temas que nos dividen, si hay dolores sociales a los que aún no logramos llevar soluciones, o si no vemos interés por lograr acuerdos, mirar más a largo plazo, ceder, priorizar, avanzar en las urgencias.
Pensamos que, si algo quedó claro nuevamente después de esa jornada, fue la indispensable y urgente necesidad de construir amplios acuerdos. Porque es imperativo el diálogo y el debate de buena fe para resolver las necesidades de Chile, las cuales, en los últimos años, se mantienen pendientes, con un país sumido en un escenario de incertidumbres y económicamente frágil.
El país no resiste más la irrupción de agendas que no busquen el interés colectivo, desconociendo nuestra rica diversidad de miradas y sensibilidades. Esperamos que estos procesos sirvan para comprender que, si no estamos de acuerdo en un objetivo común, simplemente, no avanzamos.
Ojalá podamos descartar nuevas aventuras constitucionales y reducir las incertezas para poner foco de acción en los desafíos inmediatos, los cuales no son pocos. Es hora de avanzar a páginas más enriquecedoras en nuestra historia de país.
En efecto, la economía chilena se encamina a cerrar un año negativo. Este ejercicio será de crecimiento nulo, con una actividad que está prácticamente estancada, en medio de altas tasas de interés y un elevado desempleo. El desempeño económico se ubica entre los más bajos de las últimas tres décadas, con muchos años creciendo menos que el promedio de la OCDE. En una economía que no prospera y con el nivel de incertidumbre que hemos visto en los últimos años, se produce un clima muy desfavorable para apostar por nuevas iniciativas. Ya lo hemos dicho, en un mundo globalizado el capital es móvil y se adapta rápido a escenarios líquidos, buscando siempre entornos favorables para tomar riesgos.
En este sentido, resulta urgente que surjan señales que fomenten la actividad. Para el sector privado será muy importante el avance de la iniciativa que busca racionalizar la llamada “permisología”, reduciendo las trabas burocráticas y los tiempos que toma la tramitación de los distintos servicios para aprobar proyectos de inversión. Esto es clave para entregar mayores certezas a los inversionistas y, de esta forma, revertir los negativos datos que vimos este año, relacionados con el número de ingresos de proyectos de inversión, los más bajos en muchos años.
No hay más tiempo que perder. En 2023 las clasificadoras de riesgo redujeron la perspectiva de largo plazo del país desde “estable” a “negativa”. Chile arriesga perder su categoría internacional, precisamente, por el debilitamiento de los acuerdos en política.
En otras áreas tampoco vimos datos alentadores. Además de las crisis que enfrenta el país en materia de salud y seguridad, hace muy pocas semanas salieron a la luz los resultados de la prueba internacional PISA 2022, con datos que reflejan que Chile tuvo al menos una década perdida en el ámbito de la educación y que se ubica aún por debajo del promedio de la OCDE. Este nulo avance es una señal alarmante de que el sistema escolar no está aportándole valor a nuestros niños. ¿Qué sentido de urgencia le estamos dando a esta situación? ¿Acaso se nos olvidó que el principal motor de desarrollo de un país es su educación?
Todo ello, en medio de un contexto internacional que tampoco ayuda. El riesgo en el mundo ha crecido al compás de que los conflictos geopolíticos se han agudizado, con la irrupción de la crisis en Medio Oriente, una situación con impacto directo en la estabilidad política global y, por supuesto, en los mercados. Estabilidad que se pondrá a prueba, en un mundo donde más de la mitad de la población estará sujeta a procesos eleccionarios en los próximos doce meses.
El país debe reconstruir un clima de mayores acuerdos y de voluntad por el diálogo. Los chilenos queremos que las diferencias se resuelvan en pos de la prosperidad de todos. Necesitamos grandes consensos sobre la base de diagnósticos técnicamente rigurosos en torno a reformas que, de no resolverse, solo seguirán alimentando incertidumbres, como la tributaria y previsional. Chile no se puede dar el lujo de seguir extendiendo este tipo de conversaciones, las cuales han sido un factor de ruido permanente durante los últimos 10 años. Esta década no puede continuar de la misma forma.
Por otra parte, vale la pena recordar que nuestro país goza de recursos naturales y ventajas comparativas que lo dejan en una posición inmejorable para encabezar la transición energética en el mundo. Sin embargo, recientemente hemos visto estudios que señalan que perdimos el liderazgo en esta materia, dejando de ser el polo más atractivo del mundo para inversiones de este tipo, ubicándonos por detrás de China e India. Por ello, en 2024 será clave poner el mayor esfuerzo por recuperar el extraviado liderazgo, profundizando y consolidando avances relevantes, como el aumento de la ponderación de la generación renovable en nuestra matriz energética, pero, además, dándole un marco normativo que haga sostenible en el largo plazo el desarrollo de industrias como el litio y el hidrógeno verde, ambas indispensables para descarbonizar la economía. Esto, en un contexto en que el mundo busca mejorar su performance ambiental, a la luz de los recientes compromisos asumidos en la COP 28.
A pesar de las pocas cuentas alegres que nos deja este año, hubo espacios a destacar y que alimentan la esperanza de encontrarnos, como fueron esas jornadas deportivas que nos sumieron en un ambiente alegre que hace años no teníamos. Fue un bálsamo necesario para el espíritu del país.
Asimismo, hemos visto cómo la histórica solidez institucional de Chile y sus políticas de largo plazo han ido dando resultados, como el control de la inflación, clave para mitigar el impacto del deterioro económico en la población más vulnerable.
Este 2024, cumpliremos 90 años como Compañía. Aniversario que nos trae a reflexión que, más allá de coyunturas temporales, hemos podido superar crisis de distinta índole: políticas, sociales, económicas o naturales, entre otras, gracias a una mirada de los negocios de largo plazo. Pero, al mismo tiempo, nos preocupa el futuro, porque un país inmovilizado no prospera.
Tenemos completa disposición por seguir invirtiendo y aportar en el crecimiento de Chile, apostando al largo horizonte para construir, desde nuestro rol, un mejor país. En medio de las dificultades, siempre debemos encontrar la fuerza para enfrentar distintos desafíos. Esperamos, entonces, que el próximo año podamos ir superando estos escenarios. Que impulsemos las confianzas, algo tan necesario para la creación de valor.
Que este 2024, el bienestar se dé paso en cada hogar en nuestro querido país y, como lo leí recientemente, que seamos capaces de darle a Chile una narrativa de futuro que permita concebir las esperanzas.