El 6 de junio, el Centro de Innovación UC Anacleto Angelini cumplió una década de vida, período en el que ha acompañado a más de 500 empresas y a alrededor de 35.000 emprendedores de 14 países. Un camino que fue posible iniciar gracias a un aporte del Grupo Angelini, el que se ha proyectado en el tiempo a través de una relación colaborativa que ha impactado positivamente tanto a Empresas Copec como a la Pontificia Universidad Católica.
“Yo estaba terminando un período como decano de la Escuela de Negocios de la Adolfo Ibáñez cuando me llama el rector Ignacio Sánchez y me dice: ‘Tenemos una oportunidad magnífica. Hemos recibido una donación muy relevante del Grupo Angelini para la formación de un centro de innovación que estará albergado en un edificio del más alto nivel, pero te confieso que estamos todavía bastante inciertos respecto de cómo abordarlo. Necesitamos a alguien dispuesto a hacerse cargo de formular y poner en práctica su estrategia y modelo de negocios, con una dedicación completa a esa causa’. Ahí experimenté la emoción de estar siendo invitado al más grande honor y desafío de una vida laboral dedicada a la innovación.” Así recuerda el ingeniero Alfonso Gómez su contacto inicial con lo que, un par de años más tarde se inauguraría como el Centro de Innovación UC Anacleto Angelini, del cual fue su primer presidente ejecutivo.
Ha pasado una década, y esa donación inicial, de US$ 15 millones, devino en un espacio que, a poco andar, se convirtió en un polo de creación de valor no solo a nivel nacional, sino internacional. En sus primeros años, el foco de la institución estuvo en generar un puente entre el quehacer académico y el sector productivo, junto al desarrollo del ecosistema emprendedor chileno, con un fuerte énfasis en la puesta en marcha de nuevas incubadoras, startups y promover la formación de una red nacional de inversionistas ángeles. Fueron años en los que hubo que persuadir a las empresas de la necesidad de invertir recursos en procesos, productos y cambios culturales que permitieran a las compañías establecidas desarrollar capacidades de innovación, en un mundo en el que lo único inevitable era el cambio.
Esta evolución evidencia la conexión del Centro con el país y sus necesidades, como bien lo expresó el presidente de Empresas Copec, Roberto Angelini, durante la ceremonia de celebración del décimo aniversario de la organización: “Pensar la innovación como un sinónimo solo de tecnología o como un ejercicio creativo aislado de los requerimientos de la sociedad es, sin duda, un error.
Es urgente generar cadenas de valor en torno a la innovación, que vinculen el aula, el laboratorio, las empresas -públicas y privadas- con las necesidades de las personas. Una cadena de valor que acorte la brecha entre el pensamiento científico y el crecimiento económico y social de los países”.
Un caminar juntos
En el Centro de Innovación UC Anacleto Angelini conviven la academia y el mundo productivo, lo que ha posibilitado sinergias y aprendizajes mutuos. En ese sentido, el rector de la Universidad Católica, Ignacio Sánchez, destaca el aporte y rol de Empresas Copec en la creación y en el desarrollo de la entidad emplazada en el Campus San Joaquín: “Este trabajo colaborativo ha sido muy importante para promover la interacción entre nuestra universidad y la empresa privada. Y con Empresas Copec tenemos décadas de historia y de experiencia en esta labor conjunta, lo que nos ha servido, fundamentalmente, para aprender a conocer los ritmos de una compañía, las formas en que se toman las decisiones, las evaluaciones que se hacen, los tipos de gestión. La universidad ha aprendido muchísimo de esta relación con Empresas Copec para proyectarla con el sector productivo. Es particularmente importante derribar mitos, barreras y distancias entre la universidad y el sector productivo”.
Por su parte, Alfonso Gómez resalta el foco en las personas que, desde sus inicios, ha marcado la pauta: “Su sentido social, un elemento fundamental del Centro de Innovación, tiene todo que ver con el hecho de estar albergado en una institución de primer nivel, como es el caso con la Universidad Católica. La innovación, fenómeno que se suele asociar con tecnología, economía y creatividad, acá se aborda sin perder el foco en que sus destinatarios finales son las personas. Más allá de tecnicidades, de nuevos productos y servicios, en el Centro de Innovación UC Anacleto Angelini buscamos que el amar al prójimo, a través de mejorar la calidad de vida de las personas y buscar construir un país más próspero, inclusivo y sustentable, sea siempre el norte fundamental”.
En el Centro de Innovación UC Anacleto Angelini conviven la academia y el mundo productivo, lo que ha posibilitado sinergias y aprendizajes mutuos.
Hoy, la entidad, que está radicada en el icónico edificio diseñado por el arquitecto Alejandro Aravena, puede decir con orgullo que, hasta la fecha, ha acompañado a más de 500 empresas en sus procesos de innovación y a alrededor de 35.000 emprendedores de 14 países. Allí, también, confluyen ambas instituciones a través de instancias como el Consejo Directivo, que está integrado, entre otros, por ejecutivos de Empresas Copec y por miembros de la casa de estudios. “Esa mirada tan de confianza, tan cercana con un grupo tan importante, ha sido muy relevante para tener entendimiento, no solo académico, sino que de la realidad empresarial. Aparte de estar conectados, porque somos el último eslabón que hace la transferencia al mercado, somos como la última puerta de salida o de entrada para la universidad. En nuestro ADN está la concepción empresarial, no solo académica”, precisa Ramón Molina, director ejecutivo de la institución.
Alfonso Gómez, en tanto, subraya la riqueza que se genera en instancias como el consejo, del que hoy es parte: “Estamos ahí para escuchar en qué está el Centro y cuál es la evolución de su estrategia y sus planes de futuro. Es un espacio donde escuchamos y opinamos desde distintas experiencias y disciplinas, siempre buscando potenciar en equipo la creación de valor desde el Centro hacia la universidad y la sociedad en general.”
El futuro, una obsesión
En estos 10 años el mundo ha cambiado mucho. Como señaló Roberto Angelini durante la ceremonia de celebración del aniversario, los retos a los que se enfrenta la humanidad se han acrecentado: los efectos del cambio climático se agravaron, sobrevino una pandemia, se exacerbaron las tensiones geopolíticas y conflictos bélicos, y el mundo ha ido tendiendo a la fragmentación. De ahí que es clave hacer las cosas de forma diferente, pero con una mirada de largo plazo: “El Centro de Innovación no es un espacio para aquellos que buscan resultados rápidos, la gratificación instantánea y la recompensa inmediata. Pero sí para quienes quieren contribuir a forjar un mundo para las futuras generaciones, nuestro propósito como Empresas Copec”.
En ese contexto, la institución sigue teniendo un rol clave en el país y la región. Según comenta Molina, Chile invierte un 0,35% del PIB en I+D, monto que es 70% estatal y 30% privado. Los países desarrollados, en tanto, llegarían al 4%, con un mix que es 70% privado y 30% estatal. Y es por ello que, hacia adelante, la misión de inspirar, conectar y orquestar la innovación sigue siendo tan relevante.
Un tema crítico es el futuro: “Nos interesa que los directorios de las empresas tengan la capacidad de detectar señales, incorporarlas cuando ya hay una tendencia y tener modelos robustos para ver qué pasa con los cisnes negros. ¿No estás preparado? ¿Nadie está mirándolo? Hay que estar atentos a las señales, entenderlas, escucharlas, hacer algo”, dice Ramón Molina.
Un gran foco de atención lo concentra la inteligencia artificial, cuyo impacto es multifactorial. “Hay un antes y un después del surgimiento de la inteligencia artificial generativa, y el Centro debiese ser un lugar donde se estudien, se trabajen y se comuniquen, de una manera muy potente y poderosa, las oportunidades y amenazas que trae esta verdadera transformación en la historia de la humanidad”, dice Alfonso Gómez. En esa línea, Ramón Molina explica que “la mayor productividad asociada a la IA, más los avances en biotecnología y su impacto en la longevidad, hacen que las industrias creativas tomen fuerza, por el mayor espacio que habrá para el ocio y la entretención”.
En otra arista, la IA y la biotecnología impactan en el sector alimenticio, lo que da pie al smart agro, un sector que también se han propuesto impulsar. “Pero no se saca nada si no hay planeta. Por ello, nos obligamos a mirar la descarbonización radical de la minería y el hidrógeno verde”, dice Ramón Molina. También hay que observar los impactos que el enorme flujo de datos reviste para personas y organizaciones, por lo que la ciberseguridad es otro de los objetivos de trabajo, donde ya cuentan con un portafolio de 12 proyectos a tres años.
Todo ello, manteniendo el espíritu que los ha inspirado desde sus inicios. Como explica Alfonso Gómez, “imposible ignorar el enorme valor -simbólico y de seducción- que tiene el edificio mismo que alberga al Centro. Necesitamos que lo que allí ocurra se transforme en señales semejantes a las de un director de orquesta, quien -sin tocar un instrumento en particular- observa, escucha, gesticula y consigue que lo que ejecuten los músicos suene bien en su conjunto. Por ello propusimos desde el nacimiento del Centro que lo nuestro fuera generar un entorno creativo, interdisciplinario y comprometido con el propósito de ‘inspirar, conectar y orquestar la innovación’”.