Generic selectors
Exact matches only
Search in title
Search in content
Post Type Selectors

Pensar distinto, pensar futuro. Por Eduardo Navarro 

COMPÁRTELO:
En la foto: Eduardo Navarro, gerente general de Empresas Copec.

El nuevo ciclo político que se inicia debiera ser una adecuada oportunidad para recuperar la mirada estratégica y de largo plazo que Chile ha ido perdiendo. Además de enfrentar las tareas apremiantes, como son los temas de seguridad y recuperar el ritmo económico, no podemos seguir postergando las grandes transformaciones que se requieren para hacer realidad los sueños de un mejor país. Ese sueño que nos habla de ambiciosos proyectos, así como también de los inevitables sacrificios. 

El país necesita una hoja de ruta compartida, capaz de abordar tanto las urgencias como los desafíos estructurales de los tiempos que vivimos: cambio climático y crisis ambiental, irrupción de la inteligencia artificial en todos los ámbitos, fragmentación de la cohesión social, desinformación, transición energética, envejecimiento poblacional y la ausencia de libertades que entreguen más oportunidades a toda la sociedad, entre tantas otras materias. Si algo ha demostrado la historia reciente, es que los países que logran avanzar en forma perdurable no son los que tienen más recursos, sino los que saben construir consensos en torno a sus prioridades fundamentales. 

Aquí es donde toma sentido una convicción que hemos sostenido con fuerza: no más cortoplacismo. Una cruzada que comenzamos hace dos años y que hoy seguimos impulsando decididamente, esta vez con un segundo llamado: piensa distinto, piensa futuro.  

Pensar distinto no es un eslogan creativo; es un acto de valentía. Es desafiar lo evidente, renunciar a certezas, admitir que nuestras verdades pueden estar incompletas. Es aceptar que otros, a veces los menos esperados, pueden mostrarnos caminos más amplios, más humanos y más fecundos. Es detenerse cuando todos corren. Es hacerse preguntas cuando todos creen en respuestas rápidas. Es tener el coraje de mirar un poco más lejos, incluso cuando lo urgente nos lo impide.  

Es, también, detenernos y hacernos preguntas difíciles e incómodas, pensando en las futuras generaciones. ¿Cuáles son las condiciones necesarias para que todos desarrollen sus proyectos? ¿Cómo evitamos que la tecnología profundice desigualdades? ¿Son suficientes las medidas que estamos llevando a cabo para afrontar la crisis climática? ¿Qué queremos preservar de nuestra humanidad y qué no? 

No hay respuestas fáciles. Pero sí sabemos algo: el futuro exige que pensemos distinto. 

El ser humano es el único ser vivo capaz de trascender su instinto de supervivencia. Somos una especie que interpreta, crea, decide, elige valores, se compromete con causas y proyecta futuros. Podemos pensar distinto, a largo plazo, e imaginar antes de construir.  

Pero a veces pareciera que hemos perdido esa capacidad. La urgencia nos consumió y la inmediatez nos robó el horizonte. 

Hace unos años tomamos una decisión que para un holding empresarial no era ni obvia ni exigida: definir un propósito y compartirlo con la sociedad. Cuando iniciamos ese camino nos acompañó una frase del Nobel Rabindranath Tagore, y que nos marcó profundamente: “Quien planta árboles sabiendo que nunca se sentará en su sombra, ha comenzado a comprender el sentido de la vida”. Esas palabras expresan con sencillez la profundidad que nos inspira, que nos guía y que nos impulsa a hacer las cosas cada día. Nos invitan a trabajar no solo por el presente, sino por un futuro al que quizás no lleguemos, pero que otros sí habitarán. 

Por eso decidimos mirar con otra perspectiva y asumir un rol más grande que la sola creación de valor económico. En un mundo dominado por la inmediatez —el clic, el algoritmo, la recompensa instantánea— apostamos por lo opuesto: pensar a largo plazo. Porque creemos que somos responsables de lo que heredarán las futuras generaciones. Porque queremos intentar dejarles a los que vienen una sociedad mejor, más justa y más unida. Por eso, entre otras cosas, lanzamos una comunicación que no busca vender nada. Solo busca decir lo que creemos. No mostramos productos; mostramos principios. No invitamos a comprar; invitamos a pensar, a actuar distinto. 

Esa forma de pensar distinto debe permear hoy las grandes decisiones del país. Porque Chile no parte de cero. Contamos con ventajas estructurales que no podemos seguir desaprovechando: una matriz energética limpia, talento empresarial, estabilidad política y macroeconómica, y recursos naturales estratégicos, entre otros. 

Y para convertir esas ventajas en desarrollo, necesitamos algunas condiciones esenciales. Entre otras, un Estado moderno y facilitador que, en vez de ser un obstáculo, propicie la generación de nuevos proyectos, velando, a su vez, por el medioambiente y el patrimonio natural del país. En Chile los proyectos de inversión toman mucho más tiempo que en otras latitudes, lo que inhibe decisiones de inversión y, por lo tanto, generación de empleo, crecimiento y bienestar. La modernización del aparato público no es solo un asunto técnico, es una condición política y cultural para que las cosas ocurran. Se requiere, además, un entorno tributario estable y competitivo, que ofrezca certidumbre al mundo emprendedor. Esto siempre será un activo relevante para generar confianzas, más aún frente a proyectos de inversión que verán réditos en horizontes largos. Y también es indispensable promover una cultura de consensos, que permita avanzar en grandes acuerdos, en pos de resolver tantos desafíos pendientes. 

Y este es quizás el punto más relevante de todos. Porque aunque las cifras y los análisis son importantes, lo que define a una sociedad es su capacidad de imaginar el futuro. Por eso es tan esperanzador constatar que hoy —después de años de escepticismo— el país vuelve a mostrar señales de optimismo. Según la Encuesta Bicentenario, el 59% de los chilenos cree que en los próximos 10 años se habrá alcanzado o avanzado significativamente hacia el desarrollo. Es el nivel más alto desde 2010. 

Ese optimismo no debe ser subestimado. Al contrario, es una oportunidad histórica para alinear voluntades, renovar liderazgos y volver a tener proyectos compartidos. Porque sin ellos los países se pierden en la trampa de la coyuntura, administrando crisis sin resolverlas del todo y postergando indefinidamente el futuro. Y para eso, tenemos que volver a pensar en grande, a pensar y actuar distinto.  

Porque el futuro no es un destino, es una decisión. 

Te podría interesar

Scroll al inicio