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Conversatorio Empresas Copec: Reflexiones sobre largo plazo y futuro 

COMPÁRTELO:

En el marco de las iniciativas que son parte de la cruzada contra el cortoplacismo, Empresas Copec formó un Comité de Largo Plazo. Liderado por el gerente general de la Compañía, Eduardo Navarro, su objetivo es impulsar una reflexión profunda y sostenida sobre los desafíos sociales, ambientales y económicos, levantando temáticas prioritarias para la sociedad actual y futura, y analizar la posibilidad de concretarlas. 

En esta oportunidad el conversatorio de Empresas Copec reunió a cinco miembros de este comité a compartir ideas y experiencias sobre la importancia de tener una visión de largo plazo y su impacto en diversos ámbitos. 

Mira un resumen del conversatorio.

En esta nueva edición participaron Ignacio Briones, presidente de Horizontal y exministro de Hacienda; Maite de Cea, vicerrectora de Investigación e Innovación de la Universidad Diego Portales; Tomás Dittborn, socio de Parrhesia; Aldo Mascareño, Investigador senior del CEP y editor de la revista Estudios Públicos, y Carolina Torrealba, vicerrectora de Investigación y Doctorado de la Universidad Andrés Bello. El encuentro fue moderado por Francisca Riveros, gerenta de Comunicaciones de Empresas Copec. 

La pregunta ¿qué significa para ustedes pensar a largo plazo? abrió la conversación. Para Carolina Torrealba es un hábito indispensable. “El contexto de inmediatez, donde en el día tienes muchos pensamientos en la cabeza, hace que pensar a largo plazo sea una práctica que hay que, por lo mismo, practicar con cierta rigurosidad.  En este sentido, estamos mucho más susceptibles a equivocarnos, es decir, no detenernos en el minuto indicado, no hacer la reflexión en el momento adecuado, no ponerle el contexto que debiste haberle puesto porque estabas corriendo. Y es importante destacar que hacerlo es un lujo, en una sociedad en la cual, tal vez por distintas condiciones apremiantes, la gente en general no puede tener ese espacio”.  

En la foto: Conversatorio de Empresas Copec.

Por su parte, Aldo Mascareño afirma: “Coincido en que es un lujo, porque me parece que el presente que cada uno de nosotros cotidianamente enfrenta es enclaustrador, te encierra, te enfoca en una cuestión, a cumplir una tarea, a hacer algo, muchas veces dos o tres cosas al mismo tiempo. Entonces, tener un tiempo en el día, en la mañana, en la noche o en algún momento para pensar a largo plazo, es algo que te libera de ese encierro del presente, de cumplir la tarea. Y es algo que te abre las perspectivas, un horizonte, que te saca de esa inmediatez, del enclaustramiento. Y que te permite libertad. Esa idea de un futuro abierto es tremendamente liberadora respecto de la presión que cada uno de nosotros tiene en el presente”.  


Maite de Cea concuerda y afirma: “Creo que no podemos eximirnos del corto plazo. O sea, el corto plazo está y no podemos escaparnos de él. Por su parte, lo que hace el largo plazo es que nos abre miles de posibilidades, y ese sinfín de opciones nos hace, efectivamente, ser más libres. Si uno tiene una mirada de largo plazo, tiene tiempo para observar, planificar, proyectar, anticiparse reflexivamente y esto puede ser con un propósito o con muchos posibles propósitos”. 

En la foto: Maite de Cea, vicerrectora de
Investigación e Innovación de la Universidad
Diego Portales. 

Tomás Dittborn añade: “Pensar a largo plazo requiere una cierta calma, es de alguna manera un acto contraintuitivo, porque vivimos en un tiempo tan dinámico donde cuesta mucho lograr esta calma. Sin embargo, es un requisito para poder prestar verdadera atención, para reflexionar sobre posibles futuros, lo que también es difícil, porque tenemos demasiados distractores permanentemente y en todos ámbitos de nuestra vida. Creo, entonces, que hay que batallar bastante contra la acción para producir el espacio que te dé la calma para poder lograr ese pensamiento más de largo plazo”. 

En la foto: Ignacio Briones, presidente de Horizontal
y exministro de Hacienda. 

Ignacio Briones comenta: “Pensar a largo plazo, de alguna manera, es tener proyectos, y estos requieren de una capacidad de abstracción, de imaginar un escenario futuro sin necesariamente saber qué pasa entremedio. Por lo tanto, en ese imaginario, que pasa por abstraer, por razonar, por pensar, hay un componente inherente de tomar riesgos. Por otro lado, el ser humano está seteado para tener un sesgo presentista. O sea, tenemos nuestra parte animal, donde lo más cortoplacista de todo son los instintos: vivir el día a día, sobrevivir. 

Pero el ser humano tiene esa diferencia fundamental con cualquier otro ser vivo o de la especie animal, y es que tiene la capacidad de razonar. Pero eso exige un esfuerzo, entonces, pensar a largo plazo siempre tiene una renuncia, pero nos cuesta renunciar, porque queremos todo aquí y ahora. Y por eso requiere abstracción, marco analítico y, además, una virtud fundamental que es la prudencia para equilibrar adecuadamente el corto plazo, que es vital, con el largo plazo que también lo es”. 

La visión de largo plazo en una organización 

¿Qué tan relevante es que las empresas o las instituciones, en general, tengan una mirada de futuro? Todos concuerdan en que es fundamental. Al respecto, Ignacio Briones asevera: “Uno necesariamente debe tener en consideración cómo afectan mis decisiones a la empresa y a la sociedad hoy día y mañana. La pregunta es cómo uno equilibra prudentemente ambas cuestiones. En un extremo, yo puedo hacer la ‘pasada’ de corto plazo y cierro la empresa. En el otro extremo uno diría voy a renunciar a todo, voy a vivir en la miseria en pos de una recompensa futura. Uno diría que esa persona no es prudente. Y eso también aplica a las discusiones de nuestro entorno, a los recursos naturales y a las decisiones empresariales. Sin embargo, la mirada extrema de ‘no toquemos nada’, del decrecimiento, en aras de preservar intocados nuestros recursos para mañana mientras en paralelo hay gente que vive en la pobreza, es inmoral. Entonces hay que combinar las dos cosas y la manera de darle sostenibilidad a la empresa. Y, por otro lado, como dije antes, cualquier proyecto de largo plazo conlleva riesgo, y la marca del empresario, a diferencia del rentista, es invertir en proyectos que tienen riesgo.

En la foto: Carolina Torrealba, vicerrectora de Investigación y doctorado de la Universidad Andrés Bello.

Y eso implica que a veces puede fracasar, lo que hace todavía más difícil la toma de decisiones. Pero eso es lo que distingue a un empresario de alguien que simplemente vive de la riqueza que le generan las rentas”. 

Carolina Torrealba agrega: “Yo creo que cualquier institución tiene que estar mirando permanentemente a largo plazo. Una empresa, una universidad, el Estado. Deben ir construyendo escenarios posibles, ponderando la libertad, la prudencia, el riesgo, pero también esa imaginación como un acto constitutivo humano, cualquiera sea esa empresa, en un contexto muy amplio de la palabra”. 

Maite de Cea, por su parte, relaciona el largo plazo en una empresa con su reputación“Yo creo que el largo plazo te obliga a pensar en el impacto que generas en tu entorno: en tus trabajadores, tus clientes, comunidades, la sociedad, etc. Y finalmente eso te hace crear reputación corporativa. Te puede ir mal en un momento determinado, pero si tienes una visión de largo aliento, puedes desarrollar un sello que te protege como empresa y terminas generando valor económico y social. 

Creo, entonces, que el largo plazo te permite equivocarte en el corto plazo, es decir, sortear ciertas incertidumbres, porque lo que guía tu quehacer es esa mirada larga”. 

Aldo Mascareño añade: “Creo que hay que hacer una distinción entre la explotación y la exploración. La explotación tiene que ver con el core de la empresa, que esta haga lo que se espera que haga y que hace bien, con lo que eventualmente gana su reputación o gana sus recursos materiales y se mantiene en el tiempo. Pero la exploración es fundamental para el futuro.

En la foto: Aldo Mascareño, investigador senior del CEP
y editor de la Revista Estudios Públicos.

Porque si te quedas atrapado en la explotación, puedes tener una ‘mina de oro’ al lado tuyo y no te das cuenta, justamente porque estás atrapado en tu propia operación, haciendo las cosas como siempre las has hecho, sin darte cuenta de que al lado hay otra forma de hacer las cosas, hay otro espacio que explorar, que es el que te va a sostener en el futuro. Yo creo que es fundamental esa capacidad de exploración, que es novedad, que es innovación, y que es la que te hace permanecer en el tiempo de una manera sustentable”. 

Ignacio Briones complementa: “Si uno acepta que pensar a largo plazo implica tomar riesgos, y que la toma de riesgos es lo que define al empresario, entonces uno debiera convenir dos cosas. Primero, que pensar a largo plazo es propio de todo empresario. Segundo, que es fundamental que la empresa incentive a sus ejecutivos a pensar a largo plazo, lo que implica también tener tolerancia a que puedan fallar precisamente cuando exploran. O sea, es bajarle la tasa de descuento, la prima de riesgo a esas personas de la organización que están explorando un proyecto que puede resultar como no. Pero eso es una regla que se institucionaliza. O sea, usted explore y yo entiendo perfectamente que unas veces va a fallar, pero otras veces va a resultar. Y cuando falle no se preocupe, aprendamos del error y sigamos a la próxima. Al final, el largo plazo es una toma de riesgos y cómo uno incentive y maneje adecuadamente esa toma de riesgos es la clave”. 

En la foto: Tomás Dittborn, socio de Parrhesia. 

Tomás Dittborn opina: “A mí no me gusta generalizar, pero hay una tentación a actuar a corto plazo muy alta en las instituciones de nuestra sociedad. Bueno, para empezar la política, como definición, como institución que nos rige, es muy alta, y en el mundo de las empresas privadas también. Hay una baja valoración o estima por la postergación del presente por un beneficio futuro, porque ese beneficio futuro igual es más compartido que personal. Cuando es personal es una suma de presente más o menos instantáneo. Cuando somos capaces de proyectarnos con o junto a otros, en particular con las generaciones que vienen, ahí es donde podemos empezar a valorar, a compensar la postergación del presente. Aunque siento que todavía esta mirada, esta creencia, es poco generalizada en nuestra sociedad”. 

Cortoplacismo en su máxima expresión 

De acuerdo con los participantes del conversatorio, hay muchos ejemplos concretos de una falta de mirada de largo plazo en diversos ámbitos de la sociedad. 

Al respecto, Tomás Dittborn afirma: “Me llama la atención la existencia de buenas reflexiones y determinaciones de problemas importantes, que sin embargo solo se quedan ahí, postergadas permanentemente porque sus soluciones son a largo plazo. Un claro ejemplo es la educación, que ya hemos visto que los primeros cuatro años de vida son fundamentales y hay mucha evidencia, reflexión y acuerdo al respecto, pero ahí seguimos sin hacer nada”. 

Maite de Cea añade: “Además de la educación están los temas medioambientales y la adaptación al cambio climático, como la escasez hídrica, que son problemas que requieren soluciones que no son de corto plazo. Hay que pensar estrategias de 20, 30 años. Lo mismo pasa en la política y en la fragilidad de la convivencia democrática, la pérdida de confianza y la debilidad en el diálogo en la esfera pública. Seguimos pensando y actuando según los ciclos electorales que pueden ser hasta más cortos que una presidencia, porque como entremedio tenemos otras elecciones como las municipales, por ejemplo, vamos teniendo ciclos muy cortos que hacen que al final un gobierno no dure cuatro años, sino menos. Estamos siempre pensando en la próxima elección y no logramos salirnos de ahí y pensar en algo que se sostenga en el largo plazo”. 

Carolina Torrealba comenta: “En mi caso, me toca ver lo lejos que estamos de hacernos cargo de monitorear los avances de la ciencia y la tecnología, y de comprender cuán relevante es eso para la sociedad. Estamos todos preocupados de la baja natalidad, pero es un fenómeno que viene de hace mucho tiempo. Y no es el único problema, porque no es solo que dejamos de nacer, es que si en 1900 teníamos 30 años de expectativa de vida, hoy día tenemos más de 70. En esa época teníamos dos mil millones de personas, hoy día, ocho mil millones en el mundo. Y todo esto porque efectivamente hemos generado avances tecnológicos fantásticos que los abrazamos como las vacunas, los antibióticos y una serie de cosas que hacen que, simplemente, esquivemos la muerte. Y eso evidentemente que acarrea problemas no solo sociales, sino que también impactos ambientales. ¿En 25 años vamos a vivir ya no 70, sino que 130 años? Eso es un escenario posible. Y si es así, ¿no tendríamos que estar mirando la promoción de la natalidad junto con mirar que tal vez está cambiando nuestra especie en ese sentido y que las instituciones son lentas y que los cambios tecnológicos son cada vez más rápidos? Las revoluciones tecnológicas ya no toman 100 años, están tomando 30, pero seguimos teniendo instituciones que son más lentas para adaptarse a ello. Entonces ahí para mí hay una discusión que es súper macro, que es difícil de abordar, pero que requiere una mirada de largo plazo”.  

Ignacio Briones afirma: “El tema del cambio climático, que tiene que ver con una dimensión temporal y de justicia intergeneracional, de cómo la generación actual no le pasa todos los costos netos a la que sigue, tiene un problema de coordinación. Eso, porque uno puede estar de acuerdo en que es súper injusto que le pase los costos a la otra, pero para que eso no ocurra tenemos que todos estar de acuerdo y actuar de forma coordinada. Eso no ocurre espontáneamente. Requiere reglas impersonales que atraviesen el tiempo. Porque en el caso que ustedes mencionaban de la educación, que es tan obvio y tan racionalmente obvio, ¿por qué la política no toma decisiones al respecto? Porque el político que toma la decisión hoy día se come todos los costos y los beneficios los van a ver otros en 20 años más. Pero eso se resuelve con reglas compartidas que ataquen el problema de coordinación y que hagan que los políticos rompan ese sesgo a evitar la decisión benéfica de largo plazo, por el problema de costos de corto plazo que enfrenta. Entonces, no basta con que una persona extraordinaria tenga un sesgo más de largo plazo si está sola contra el mundo, es impotente”. 

Aldo Mascareño añade: “Yo creo que el estallido social es una consecuencia de no haber visto los procesos de largo plazo y hoy día estamos en una situación similar: acumulando cosas, acumulando tensiones que en unos años más nos van a explotar en la cara nuevamente. Y la pregunta es qué es lo que hay que hacer ahora para escapar de ese futuro crítico. A mí me parece que una las cuestiones fundamentales ahora es la reforma de nuestro sistema político, yo creo que eso es clave en un sistema democrático como el nuestro”. 

¿Qué legado quieren dejar a las futuras generaciones?  

Aldo Mascareño 
Investigador senior del CEP y editor de la Revista Estudios Públicos 

“Lo veo desde mi trabajo, que es académico, de investigación. Espero que quede como un legado, que es lo escrito, y una interpretación de la época que a uno le toca vivir.  O sea, una lectura de lo que uno vio mientras estuvo vivo y mientras tuvo el lujo de leer libros, de estudiar, de reflexionar sobre lo que le pasa a uno y sobre lo que les pasa a los demás también. Eso es lo que yo imagino. Y la idea, también, de que hay horizontes de futuro y que esos futuros siempre son abiertos. Uno mismo puede imaginarse en un futuro ideal y a la vez pensar en qué es lo que uno debiese hacer hoy para llegar a ese futuro ideal. Eso es una orientación de largo plazo que te interpela en tu presente, porque si te imaginas un futuro ideal que uno quiera dejar, como un texto, un libro, no sé, algo así, un diagnóstico, entonces ¿qué estás haciendo hoy día para hacer eso? Esa es la pregunta que cada uno de nosotros podría también hacerse”.  

Carolina Torrealba, vicerrectora de Investigación y Doctorado de la Universidad Andrés Bello.

“Creo que tiene ver con el propósito, con trabajar para un propósito. Yo he trabajado en instituciones que quiero, ahora trabajo en una institución que quiero, que admiro, un espacio donde veo que los propósitos que a mí me movilizan tienen una cabida relevante. Y creo que esa construcción es como una carrera de vida. El para qué, y saber y dedicarse a esa carrera de vida, a construir o a trabajar, a dedicarle mi principal capital, que es mi tiempo, mi vida misma, a algo que me da un propósito”.

Tomás Dittborn, socio de Parrhesia. 

“No puedo dejar de pensar en mis hijos. Qué quiero dejarles a ellos. Uno es libertad individual y social. O sea, libertad individual como elegir su propio camino, el que sea que sientan que les haga sentido. Y social para poder vivir ese camino propio con otros. Y el otro es la curiosidad por explorar, por viajar mental y físicamente, por el conocimiento, por la creación. Esas son las dos cosas que pienso que me gustaría dejarles a los que están cerca de mí”. 

Maite de Cea, vicerrectora de Investigación e Innovación de la Universidad Diego Portales.

“Desde mi rol en la universidad tratar de transmitirles a los y las jóvenes que el conocimiento, la exploración, la curiosidad, aprender cosas nuevas, son agentes transformadores del futuro. Reforzar la idea, también, de que se pueden equivocar, que pueden ensayar y pueden equivocarse y volver a intentar. Reforzar y promover la importancia de la rigurosidad. Ser sistemático es mejor que ser talentoso. El talento lo tienen algunos, en cambio si nosotros le enseñamos a los miles de estudiantes que tenemos en nuestras universidades a ser sistemáticos, rigurosos, a esforzarse, creo que van a tener un mejor futuro. En definitiva, me gustaría transmitirles que, si quieren dejar una huella significativa en lo que hacen, para así impactar y contribuir a pensar el futuro o los futuros posibles, deben ser curiosos, responsables, trabajar colaborativamente y sobre todo ser intelectualmente generosos”.  

Ignacio Briones, presidente de Horizontal y exministro de Hacienda.

“Me encantaría ver una generación, al menos en Chile, que tenga oportunidades educacionales a la altura de lo que es el desarrollo más profundo de la imaginación. Es decir, de tener proyectos de vida, autónomos, libres, diversos, que es lo que uno espera sea el norte de cada persona, en su diversidad. Algunos lo podrán llamar igualdad de oportunidades, yo lo llamaría ejercicio de la libertad, que es poder proyectarse y construir su futuro de las maneras más diversas”. 

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